Posteado por: tetisheri | 12 octubre, 2017

Mi primer año

Hace un año que llegué a este pueblito y me convertí en médico rural. Éste está siendo mi contrato más largo desde los cuatro años de especialidad como MIR en Medicina Familiar y Comunitaria. Después fui “dispositivo de urgencias”, “sustituta”, “pediatra”… tuve contratos de quince días, un mes, dos meses; contratos virtuales, contratos que me prometieron, contratos que seguramente me correspondían pero nunca me ofrecieron.
Empecé a trabajar con lágrimas en los ojos, dejando a una niña de dieciséis semanas y un día en brazos de su entusiasmada y santa abuela. Lloré aquel día y los siguientes, porque esos brazos no eran los míos, porque en lugar de amamantar a mi hija me veía sentada en el vater del consultorio enchufada a un sacaleches. Ya se sabe, la conciliación y el “yo no renuncio”.

“Ya verás, allí vas a trabajar agusto. Y vas a conocer las grandes miserias del ser humano”, me dijo un compañero. Así está siendo.
De estos doce meses me quedo con el día a día junto a mis compañeros, excelentes profesionales y mejores personitas.
De estos doce meses me quedo con nuestras visitas a E y R, con el instante en que E nos miró para decirnos “esto viene a por mí… tengo la muerte encima“, con la mañana en que R nos avisó de que su marido acababa de irse para siempre.
Me quedo con tus ganas de quedarte embarazada, con el titulillo de “deseo gestacional” en la pantalla del ordenador, con todo lo que hablamos y no quedó escrito en tu historia de salud digital.
Me quedo también con el momento en que viniste a decirme que por fin lo habíais conseguido, con tus dudas y los consejos que no están en las guías de práctica clínica. Todo va a salir bien… y ya mismo tendrás a tu pequeño en brazos.
Me quedo con la madre que parió a su hijo muerto, con el abuelo destrozado porque a su nieto le robaron la vida en la carretera.
Me quedo con que has decidido dejar de fumar, con nuestro pacto de no insulinizarte porque comerás menos y bailarás más.
Me quedo con tu cesta de mimbre, tu flor recién cortada, tu pan casero, tu casa cueva, tus tomates, tus melocotones, tus morcillas y tus chorizos.
Me quedo con el fatídico día en que vimos aterrizar el helicóptero en el campo de fútbol. Porque no es que te salváramos la vida, es que fuiste tú el que nos salvó a nosotros. Yo también te llevaré siempre en el corazón, mi valiente V.
Me quedo, por último, con el viaje de vuelta a casa soñando con tu sonrisa y tu abrazo tierno. Porque eres lo mejor de él y lo mejor de mí, lo más puro y hermoso. La niña que vino con el verano y lo hizo eterno.

(Disculpen esta ausencia de dos años…)

Salud y mucha Paz.

 

Posteado por: tetisheri | 8 julio, 2015

Preguntas

“¿Cómo se encuentra hoy?” “¿Qué le duele?” “¿Desde cuándo?” “¿A qué lo atribuye?” “¿Con qué se alivia ese dolor?”

A los médicos nos encanta preguntar. Indagamos continuamente. Lanzamos cuestiones… esperamos respuestas. Opinamos en voz alta. Analizamos. Intervenimos. “Usted no tiene ninguna enfermedad, señora. Lo que tiene son problemas”. Escuchamos parcialmente. Regalamos consejos.

Nuestra consulta es el territorio sagrado por excelencia. El recinto de confianza y de confidencialidad. “No se preocupe, caballero. Lo que me cuente aquí, se queda aquí”.  Ay, si las paredes hablaran.

Más allá de la consulta (o mejor dicho: más acá), está ese espacio invisible que nos separa del paciente. La distancia terapéutica tantas veces profanada. El punto donde contactan tu círculo vital y el mío.

Por suerte llevamos bata. La armadura blanca que protege, resguarda y amortigua. El chubasquero que nos ponemos de ocho a tres, haga frío, calor, llueva o truene. “Señorita, cuando la veo así sin bata parece que no estoy en el médico”.

Ser médico cansa. E ilusiona, motiva, sensibiliza, enriquece, sí… pero agota.
Se trata de una profesión que te enfrenta a decenas de personas cada día, con sus preocupaciones y acontecimientos vitales estresantes, su patología aguda y crónica, sus banalidades y sus urgencias. Te inunda de historias, dudas, revisiones, temores y realidades. Te enseña que lo más preciado es la SALUD, y que ésta es tan inespecífica, tan abstracta, tan inabarcable, que está al alcance de pocos. “-¿Cómo está hoy, Francisco? -No estamos mal, doctora.” “- Adelante, Rosa. Buenos días. -Serán buenos para usted, señorita.”

Con todo ello, nunca se completa uno como médico, porque no dejamos de aprender y cometer errores; porque cada acto clínico es irrepetible y cada paciente es único.

… … …
La dra tetisheri ya es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Con su primer contrato de verano trabajará en pueblecitos donde los pacientes esperan pacientemente, donde es “la médica”, “la sustituta”.

Lleva meses pensando en cómo dar las GRACIAS a los que la han acompañado durante estos cuatro años de formación. Tiene una brújula para no perderse, una mochila de lunares cargada de todo lo aprendido junto a su tutora y un maletín que huele a futuro.

Pacta sus puntos finales, se inventa puntos y aparte y se empeña en los puntos suspensivos. Escribe aunque no publica, porque a veces falta papel y porque las cartas son para ti.

Ha sufrido la “pena negra”… esa nostalgia infantil y contagiosa que nace de las experiencias inolvidables y los viajes kilométricos. Ha descubierto que la migraña se cura con ataques de risa, que no hay nada como el helado de vainilla con nueces de macadamia, y que si Dios existe, habita en el Perú.

Ha necesitado tiempo para pararse a responder las dichosas preguntas: “¿qué te duele?, ¿con qué se alivia?”. Ha visto que todos a su alrededor buscan ser felices aunque nadie sabe ni cómo, ni cuándo, ni con quién.

Duerme poco, sueña con un príncipe azul y le van los superhéroes. Se levanta antes que el sol para cruzar el altiplano. Por la mañana es médico rural y por la tarde se siente estudiante de primer curso.

La dra tetisheri mira hacia delante satisfecha por el camino recorrido. Confía y se siente bendecida. Por lo general se quita la bata. Si te pregunta “¿cómo estás?”, permanecerá atenta esperando tu respuesta.

Gracias por todo a todos.

Salud y mucha Paz.

Posteado por: tetisheri | 9 febrero, 2015

Equivocarse, del verbo Aprender

Mi vida está llena de errores…

Desde el triple salto sobre hojarasca que acabó en esguince de tobillo, hasta el atajo por un carril en dirección prohibida que me llevó a hacerle pucheros al policía que me multó. También me partí el labio después de entrar corriendo en un cuarto a oscuras, tuve una infección en el piercing de la nariz y alquilé una casa sin calefacción. Errar es humano (y dicen que inevitable).

Jugamos con la incertidumbre. Convivimos con la duda. ¿En el centro o en la periferia? ¿Android o Apple? ¿Gasolina o diesel? ¿En cucurucho o en tarrina? ¿Pelo suelto o coleta? ¿Cuello vuelto o escote? ¿Lunares o rayas? Lunares.

Elijo… y me equivoco. No es sencillo inventarse a una misma. No es fácil encontrar el equilibrio entre ser impulsiva y reflexiva.

Pero lo que duele es salpicar a otros con nuestras decisiones. Lo que frustra es la falta de certezas. Lo que desespera es pensar que podrías haberlo evitado. Lo que entristece es perder la confianza de la otra persona.

¿Observación en casa o traslado al hospital? ¿Prioridad normal o urgente? ¿Alta o ingreso? ¿Típico o atípico? ¿Pregunto al adjunto o me dejo llevar por mi intuición? ¿Hago caso a los resultados de las pruebas o me guío por la clínica? ¿Es culpa mía o del sistema?

No estamos acostumbrados al fracaso. No nos han enseñado a reconocer nuestros errores. Lo que nos gusta es acertar. “Lo sabía, sabía que sería un caso de…”. “Ya dije yo que tenía…”. Lo que nos motiva es ser directores de orquesta. “Le voy a hacer…”. “Déjeme que le explique…”. “Se va usted a tomar…”. Pocas veces decimos “me he equivocado”. Cuánto nos cuesta pronunciar “lo siento”.  Lo siento.       

Y, ¡sorpresa!, en ocasiones las cosas no salen como esperábamos. La vida es así de sorprendente y de insoportable.

A veces tu “error”/tu “pasado”/tu “presente” se planta ante ti y te baja del pedestal. Te derriba y arrebata esa hermosa coraza de tecnicismos, experiencia, profesionalidad. En ese momento tiemblas, desnuda, y no encuentras valor para mirar a los ojos del otro. Ahí es cuando te quedas sin recursos y se entrecorta la voz. Todo es más espeso, más intenso, más gris. Deseas escapar, salir, marcar distancias, huir. Sabes que tienes que estar pero sueñas con desaparecer. Ése es el instante para quitarse el fonendo, las gafas, los zapatos… para tocar, sentir y decirlo todo… aunque luego seas incapaz de recordarlo.

Hay puertas que nunca terminan de cerrarse. Hay heridas que cicatrizan tan mal que forman queloides. Queloides que al principio duelen y avergüenzan, pero que con el tiempo no son más que el recuerdo del paso del tiempo y la experiencia. Como las velas que los médicos orientales prendían en sus ventanas… una vela por cada uno de sus pacientes fallecidos.

Por la longitudinalidad. Por los errores y las fantasías de error.

Salud y mucha Paz.

#siap2015

Posteado por: tetisheri | 18 agosto, 2014

Carta para Elena

Vi tu mensaje, querida mía. Perdona que no te contestara antes… cosas de los metesacas y los salientes. Qué te voy a contar.

¿Sabes? Será el «síndrome del R4» o la crisis de los veintitodos, pero últimamente me acuerdo mucho de ti, de nosotras, de Granada… nuestra Granada.

Aquí ya nada es lo que era.
Ni Tertulia ni cantautores. Ni medias galletas, ni secretos a medias.
Ya casi no me muerdo las uñas. Sigo sin beber agua en las comidas. Escribir, escribo. Llorar, lloro.

Éste es mi “mes de responsabilidad” en la consulta. No te imaginas lo cortos que se me quedan esos siete minutos por paciente. No sabes lo que me cuesta que algunos se levanten de la silla. Algún día te hablaré del confesionario en que se convierten esas cuatro paredes. De mis listas de dudas. De los olores de las calles y la luz de las casas. Del sudor y los exudados. De lo que llegan a sobrar unos guantes. Del que grita y golpea. De la que calla y espera. No es fácil esto de la Atención Primaria.

Otro tema son las guardias, el hospital y la ambulancia. Ya no se trata de distinguir entre lo banal y lo urgente… también es detectar qué cara tiene la muerte. Hay rostros que no se olvidan, hermanita. No es fácil esto de VIVIR la Medicina.

Más cosas.

Por aquí la gente anda casándose y teniendo hijos. Los años han pasado para todos y el futuro con el que fantaseábamos se nos viene encima. Es hermoso acompañar a nuestras personas favoritas en los momentos más felices de sus vidas. Muy hermoso.

Nosotros otra vez de mudanza. No te lo creerás, pero cada vez me cuesta menos empaquetar mi presente en una maleta. En eso tú sí que eres experta.

He aprendido que no son los kilómetros los que nos separan de quienes hemos querido. A mí me basta con saber que estás al otro lado del Atlántico, de Despeñaperros o del Genil. Los que llegan a tu vida para quedarse, se quedan.

Para ir terminando…
Continúo indignada con el mundo y conmigo misma. Exagero. Exijo. Fantaseo. Insisto. Sigo ilusa e hipotiroidea. Soy la mejor viajera de todos los viajes. Enamorada. Charlatana. Ya me conoces.

Empápate de todo. Cuídate.
Vuelve pronto.
Te echo de menos.

Posteado por: tetisheri | 6 marzo, 2014

Lo que no nos contaron

Nadie nos preparó para masticar tanta realidad, amiguitas. Nadie nos contó cuánto pesa la vida de los otros… y nuestra propia vida.

En 2004 nos hicieron creer que éramos la élite. Durante seis años nos hablaron de síntomas y signos, de síndromes, triadas y hallazgos patognomónicos. Al final de la carrera celebramos haber recitado nuestro juramento. Después dimos tres vueltas para superar “el examen”. Y en 2011 nos disfrazaron con bata y fonendo para lanzarnos al mundo real.

Pero olvidaron anunciar que en ese mundo a veces te escupen, te abofetean y te insultan. Y que en ocasiones huele a heces, a vómito, a pescado podrido. Que los fluidos salpican, que las parturientas sangran, que cuando coges al recién nacido… resbala.

No mencionaron que nunca más volveríamos solas a casa, sino con decenas de rostros instalados en el alma.

Será porque teníamos diez años menos y porque por aquel entonces nos ocupábamos en coleccionar rotuladores, ser monitoras de Anatomía y hacer fotocopias. Será porque en aquella época no corríamos riesgos y nuestras mayores travesuras pasaban por saltarnos la clase de Historia de la Medicina, empalmar tras una noche de fiesta o colarnos en el aula donde impartiera el profesor más sexy. Será porque con veinte años se nos escapaban las horas llorando antes de los exámenes, hablando de encuentros pasionales e imperdonables traiciones.

Elegimos nuestra plaza por vocación y desde el corazón. Pero ni siquiera ahí imaginábamos que nos esperaba descubrir lo mejor y lo peor del ser humano. Que trataríamos con el miedo, la desesperación, la tristeza, el dolor, la soledad. Que nos harían daño… que provocaríamos daño. Que casi nunca curaríamos, que casi siempre acompañaríamos.

Nadie nos formó para afrontar nuestros propios fracasos ni para rescatar nuestras pasiones. Nadie nos advirtió que volveríamos a tropezar con la misma piedra. Nadie.

Hay tanto que no nos contaron…

Sin embargo, ahí seguimos. Convocando gabinetes de crisis, abrazándonos a kilómetros de distancia, dándonos las buenas noches, planeando encuentros, celebrando las buenas noticias, ahogándonos y desahogándonos.

Nadie predijo que después de diez años nos bastaría un parpadeo para saber cómo estamos. Nadie nos esperaba tan valientes, tan seguras, tan fuertes, tan doctoras… nadie, ni nosotras mismas.

Para mis niñas. Y para los que lleváis meses pidiendo que vuelva la dra. tetisheri.

Salud y mucha Paz.

Posteado por: tetisheri | 19 agosto, 2013

La hermosa rutina del verano

“Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.”
Oda a Walt Whitman. Federico García Lorca.

 Días estáticos en los que nunca pasa nada y sin embargo pasa de todo. Bostezos camuflados, sonrisas tímidas, carcajadas.

Estoy muy bien, mejor que nunca… ay, la vida… qué alegría, qué alegría… ¿Has leído mi libro? Qué ojos más bonitos tienes, doctora. ¿Te conozco? ¡Tú te llamas Carmela! ¡Ramóoooon!

Yo no puedo seguir, no tengo fuerzas. Esta situación me oprime, me reprime y me deprime. Si mi vida es sufrimiento, ¿para qué vivir?

¿Tiene usted planes de futuro? Ninguno. ¿Qué le ilusiona? Nada. ¿Qué se plantea? Morir.

Y un día, y otro y otro.

Las paredes ya no pueden soportar tanta tristeza. Cayó el rótulo de la entrada, cuelgan los cables del techo. El aire circula congelado de ocho a dos. La locura que va de mano en mano, de boca en boca. La folie à deux, à trois, à quatre y à cinq. La histérica que seduce,  embauca,  cautiva y manipula. El obsesivo compulsivo. La distímica. El depresivo. La maníaca. El del trastorno específico de la personalidad. Mire usté, yo cambiar cambio mucho, pero no soy bipolar.

Un poco más allá del delirio, las alucinaciones y los duelos complicados… la cordura. En la génesis de todo,  la salud mental.

Están más sanos de lo que parecen, o menos locos de lo que creen. Así protagonizan cuentos de hadas como quedan atrapados en sus pesadillas. Esperan sentados a la muerte, o se entregan a ella con una soga, decenas de pastillas, una hoja de afeitar. Los difuntos no se van cuando se entierran, y sólo al saldar sus deudas se permiten descansar en paz.

Lo que pasa en Loja, se queda en Loja.” Después vienen las siestas, las noches mágicas de Granada. Y una semana en casa, donde todo es más pequeño de lo que recordaba.

La hermosa rutina del verano aliñada con vino dulce de Málaga. Y en esa melancolía alcohólica os descubro más femeninas, más bellas y más amigas que nunca. Siento que estáis donde estábais, que las cosas irán bien, que seguiremos ganando apuestas.

Miro a los ojos de mi pasado dando gracias por tanto. Y trazo con ternura el punto y final.

Sé que si me pierdo me encontrarás. Que es mi sueño viajar contigo, edificar en ti. Que mi hogar está donde estás tú. Que si es a tu lado, la agonía es menos y el verano eterno.

Salud y mucha Paz.

Posteado por: tetisheri | 1 May, 2013

Cosas de niños

No es nada fácil ser niño. “No cojas eso, mira que se lo digo a tu madre”. “Pórtate bien en el médico  o le pido que te ponga una inyección”. “Como no te duermas pronto no vienen los Reyes”. “Hasta que no te termines la fruta no te vas a la piscina”. “No te bañes todavía, que se te corta la digestión”. “Si le sigues teniendo miedo a los perros, te echo uno encima”. “Cuando acabes el problema de matemáticas podrás salir al recreo”. “Pórtate bien en el circo o no volvemos más”. “Ahora te quedas de pie mirando a la pared y pensando en lo que has hecho”. “Eso te pasa por no haberte estado quietecita”. “Vete al cuarto con tu hermano, que estamos hablando cosas de mayores”. “Abre la boca, sopla, di “ahhh”, coge aire, salta a pata coja”. “¿A que ya no te duele?” “¿Desde cuándo no haces caca?” “A ti lo que te pasa es que estás enamorada”.

Un  niño tropieza y se cae. Se rasca las heridas que están cicatrizando hasta hacerse sangre. Salta tres escaleras, se hace un esguince de tobillo y sigue saltando. Mastica y engulle papel si se lo pide su mejor amigo. Se infla de almejas y luego las vomita. Mete los dedos entre las puertas. Traga céntimos de euro. Prueba a introducir bolitas de plastilina o granos de arroz en su oído. Se parte el labio contra un bidé y ríe cuando se mira al espejo.

Los niños son, por definición, mocosos. Y curiosos, imprudentes… hasta un pelín impertinentes. “Me duele todo”. “Estoy muy malito”. “Dame un palo para mí y otro para mi hermano y mi prima y la bebé que mi mamá tiene en la barriga”. Tienen un descaro innato y una inocencia mágica.

“Lo peor de la Pediatría no son los niños, son las abuelas.” ¡Ja!

Las mismas que he visto esperar a las puertas del paritorio, ojos vidriosos y dedos casi sin uñas. Igual que esperaba él, pálido y tembloroso, cogiéndote de la mano y acariciándote la frente y el pelo mientras todos te animaban a empujar. “Ya está aquí, ya lo tienes, un poquito más, que ya viene”.

Así se pasa de ser “tú y tú” para convertirse en “mamá y papá”.  Y planea en el ambiente la imagen de aquella sonrisa cuando, ocho meses atrás, os regalaron el primer biberón. “Parece que esto va en serio”, dijiste.

Tagore escribió: “Con cada niño que viene al mundo, Dios nos dice que aún espera del hombre”. Y es que el niño, el pequeño, el crío, el mimado de mamá pasa de buenas a primeras a demostrar una madurez más valiosa que la de un adulto; una nobleza y una lealtad que retumba en las paredes. El niño se expone, siente, se enamora y sueña su futuro. Cuando habla, se le escucha, pues es capaz de tatuarse sus principios y crecer sobre su propia altura. Su coherencia brota del temperamento y la humildad que bebe a partes iguales. Te abraza porque sí. No entrega sus besos al viento. De repente, no es que el niño se meta en cosas de mayores… es que ya es un hombre.

De lo que llevamos de año, me quedo con Abril. Por lo aprendido y lo desaprendido. Por tanto amor y tantas lecciones de vida en treinta días. Porque más me enseñan los niños que los mayores. Porque que te cuiden vale mucho. Y que apuesten por ti, más. Porque por qué no. Y si es contigo, mejor todavía.

Salud y mucha Paz.

Posteado por: tetisheri | 25 marzo, 2013

Vuelta y vuelta

 Hay jóvenes que adoran la Y griega e inventan para sus hijas nombres impronunciables. Y  niños que le piden a su barbero un corte de pelo a lo Cristiano «Ronalder”. Hay lactantes que “no me comen”. Y escolares a los que “les engorda el agua”.

También hay madres que no aceptan despedirse de sus hijos. E hijos que no dejan marchar a sus madres. Aún quedan parejas que cumplen aquello de “en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe”. Y amantes que no dejan de amar y ser amados aunque tropiecen en el Amor. Hay enfermeras que transmiten paz y dignifican el final de la vida sólo con apoyar su mano sobre la frente del que se va.

Hay quien me pregunta si volvería a elegir Medicina de Familia y Salud Comunitaria… y quien me demuestra a diario lo mágico de esta especialidad.

Esta mañana etringita me recordaba que el tiempo pasa, que nosotros seguimos y que nada es igual. Hemos crecido y hemos cambiado. Antes era 2011.

Dos años que han volado y se han quedado, que no pesan porque nos han hecho grandes. Dos años para dar la bienvenida a la Vida y mirar a los ojos de la Muerte.

Hay días que nieva en Granada… con sus noches que giran sobre sí mismas, que se detienen milésimas de segundos y dejan salir el sol.

No me fui, vuelvo. Gracias a ti.

Salud y mucha Paz.

Posteado por: tetisheri | 17 diciembre, 2012

Frío

Hoy ha dormido un hombre en el portal. Esta mañana, al salir para el hospital, le vi metido en un saco de dormir. Al regresar  a casa, seguía ahí. Luego ya no. No le he vuelto a ver.
Hace frío en Granada… del que corta las manos y huele a nieve.

Hoy he hecho tres tactos rectales. Doble guante y mucho lubricante. Túmbese boca arriba, bájese el pantalón hasta los tobillos, flexione las rodillas, respire profundo. Ahí va. Eso es, eso es. Ya hemos terminado.
Hace frío en la consulta… hasta con la calefacción encendida.

Hoy vi el telediario. Hablaban de muerte, violencia y desesperación. Crisis, injusticia, destrucción.
Hace frío en el piso… menos mal que estás tú.

Hoy te repito que “el amor es eterno mientras dura”, que estas historias se escriben entre dos, que llores y grites y sientas… porque estás viva, y porque duele.
Hace frío (aunque menos) allí donde estás… pronto brindaremos por ti.

Hoy hablasteis de futuro, de derechos, de negociación. Alzasteis la mano y la voz. Hoy decidisteis seguir caminando con la mirada al frente.
Hace frío en los despachos… porque el calor está en la calle.

Hoy supe que hay quien se refugia en el silencio, quien camina de puntillas, quien escupe a la memoria de los muertos, quien se encomienda a Dios pero ignora a sus hermanos.
Hace frío… y la vida no espera.

Hoy recordé que, pese a sumar años y restar fuerzas, no hay mayor legado que la fe y la honestidad. Ni mayor causa que la justicia. Ni mejor sensación que la de estar los cinco en familia.
Hace frío en la ciudad soñada… volveremos a casa por Navidad.

Salud y mucha Paz para todos, aunque vengan días fríos.

Posteado por: tetisheri | 5 noviembre, 2012

Cuando salud tiende a infinito

 De tarde en tarde he dejado que pasen cuatro meses sin compartir una palabra. Florecen las ganas de escribir, las frases célebres a pie de cama, las ideas que dejo encerradas en la taquilla, junto al fonendo… bolsillo izquierdo de la bata.

Pasaron las vacaciones, los viajes programados, las escapadas improvisadas. Planteé propósitos para el nuevo curso, me compré una agenda, rescaté la bufanda de lana. Dejé párrafos a medio acabar, redacté en sueños, soñé que volvía a estar mellada.

Los pasillos del hospital huelen a indignación y resignación, a nóminas recortadas, a huelgas pasadas y otras gestadas. Comparten habitación la esperanza y la muerte. Desfilan los fríos pijamas de rayas.

Solteros, casados, viudas acuden a consulta. Preguntan por sus defensas y su carga viral. Algunos se dejaron acariciar por la heroína en los años ochenta. Otros trascienden las caricias y coleccionan preservativos en el cajón. En la sombra, el VIH, que arruina prejuicios y se ríe de las apariencias.

El concepto de Salud tiende a infinito cuando trabajas con personas y para las personas. Resulta que Salud es pasar la tarde junto a tu pareja después de cincuenta y seis días ingresada en el hospital. Darte cuenta de que las fuerzas para seguir luchando te las dan las fotos de tus hijos colgadas en la pared. Asumir que tu chico te infectó antes de dejarte. Enterarte de que serás abuela el mismo día que entras en lista de espera para que te extirpen el riñón. Despedirte de los tuyos antes de marchar para siempre.

Es la sobremesa, el paseo en silencio, desayunar un “te quiero”, dormir de un tirón.

Salud es caminar con la cabeza alta, la conciencia tranquila, el corazón intacto.

Salud es Paz.

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